Lo que comenzó como un falso tráiler dentro de
Grindhouse, se convirtió en una de las películas
mejor logradas que he visto en el año.
“¡Es asquerosa!”, dirán algunos.
“¡Qué pésimo gusto tienes!”, me recriminarán otros. Pero aun así reitero que ésta es una película muy bien lograda, ¿por qué lo digo?
Me han preguntado muchas veces
qué es lo que se debe tomar en cuenta para hacer una reseña objetiva de un videojuego. En resumen, yo les he respondido que lo primero que debes identificar tú como reseñista es
el objetivo o la premisa de ese producto. Si al probarlo o al terminarlo te das cuenta de que esa premisa se cumple, entonces el juego ya debería tener una calificación aprobatoria. Todo lo demás son simples
adornos que acompañan a esa premisa. Por sí solos estos “adornos” no deben determinar la calificación de un juego, ni para bien ni para mal. Lo importante es la premisa.
Pues bien, lo mismo puede aplicarse para las películas y en general para cualquier obra que sea objeto de reseñarse.
En este caso,
la premisa de Machete es clara: ser una película de “
explotation” del sexo, la violencia, la sangre, los diálogos ridículos, la acción y la política. Esa premisa se cumple y ya con esto para mí Machete es una buena película. Sin embargo, si a esto le agregamos estupendos “adornos” como la presencia de un
humor sarcástico y descarado, sangre a litros, plomo y metal por doquier, un elenco bien conformado, diálogos tan ridículos como memorables, personajes con peso y una dirección afortunada obtenemos sin duda alguna
una de las películas mejor logradas del año.
Pero creo que lo que más me sorprendió es que la historia de Machete (
Danny Trejo) va más allá de lo que aparenta: la trama nos cuenta acerca de un inmigrante mexicano en Estados Unidos que en su pasado fue agente federal. Como tal, al principio de la película vemos cómo se involucra en una operación sin la autorización de su jefe, y en ella se topa con el principal “villano” del filme: un jefe narco llamado
Rogelio Torres, interpretado por una bola de grasa conocida como
Steven Seagal (quien tras su primera aparición en la cinta arrebató varios “iuuuughhh” a los espectadores). Tras uno de los inicios de película más espectaculares que he visto, con
mucha sangre y acción (en donde el protagonista presencia la muerte de su esposa y su hija), vemos a Machete persiguiendo “la chuleta” día tras día en un país donde es ilegal y donde se le ve como un virus mortal, al igual que a todos los demás ilegales.
En Estados Unidos es contratado por el coordinador de un candidato a senador para asesinarlo, pero luego es traicionado. Ahora Machete busca una
doble venganza: contra quienes los traicionaron en EUA y contra Rogelio Torres. Para su alegría (y la nuestra), la primera le llevará a la segunda.
Machete es un personaje excepcional: es asquerosamente feo, infalible, mortal, frío, imán para mujeres hermosas, no habla mucho y cuando lo hace es casi seguro que sus palabras serán tan memorables como graciosas (“Machete no textea. Machete improvisa.”). Es una especie de robot insensible experto en armas. Gracias a él, sin duda,
Robert Rodríguez (el director de la cinta) logró lo que se propuso: hacer una especie de Jean-Claude Van Damme o Charles Bronson pero a la mexicana, con todo lo que ello conlleva. Obviamente, en Machete vemos una gran influencia de los temas que siempre lo han apasionado y que refleja en su cine. También verás muchos recuerdos de cintas como
El Mariachi, Del Crepúsculo al Amanecer y Once upon a time in Mexico.
El reparto de la cinta es igual de memorable y acertado: Robert De Niro como el senador al que intentan asesinar, cuya extrema política anti-inmigrante levantará varias cejas y despertará varios comentarios sobre supuesto “racismo” en la película;
Jessica Alba (¡hermosa!) como una agente de inmigración que está tras Machete;
Michelle Rodríguez como la coordinadora encubierta de una heroica asociación de migrantes;
Lindsay Lohan como la sensual y explosiva hija del coordinador de la campaña del senador, interpretado por
Jeff Fahey;
Cheech Marin como el sacerdote y hermano de Machete;
Steven Seagal como el villano y capo de la droga; y otros.
¿Por qué me tomé la “molestia” de mencionarlos a todos? Porque increíblemente (y esto de verdad que me sorprendió gratamente),
TODOS y cada uno de estos personajes brillan en la película gracias a sus secuencias y diálogos ridículamente maravillosos. ¿Cómo logró este equilibrio Rodríguez? No lo sé de cierto, pero merece un
GRAN aplauso. Todos los personajes son
memorables, todos tienen sus momentos, todos provocan risa y a veces hasta llanto (¡hasta los personajes secundarios!).
Sus diálogos son como bombas que caen una tras otra en tu cerebro, en todo momento. Todos tienen una historia detrás.
Esto último hace que la trama adquiera cierta
complejidad que es bienvenida porque no es profundísima ni aburrida, pero sí
requiere de tu atención para saber qué es lo que está pasando. Esta forma de llamar mi atención me pareció exquisita y excelentemente bien lograda, me hizo cambiar mi opinión sobre que Machete iba a ser sólo una película divertida, para la white trash y del montón, pero
Robert Rodríguez logró una combinación única: convirtió una trama simplona a primera vista en algo más complejo y entretenido, le agregó un cast inolvidable, le sumó diálogos inteligentes y metió secuencias de acción en donde la violencia se explota a cada segundo.
Pero lo que más me agradó fue que a pesar de ser ésta una película “B”, homenaje al explotation, Rodríguez tuvo la genialidad de pronunciar un
sutil discurso y reflexión sobre la inmigración ilegal y todos los problemas que eso trae. No es un discurso solemne, por supuesto, pero sí es efectivo, y logró robarnos a los asistentes varias risitas que no se desprendieron de la comedia o de los diálogos ridículos, sino de la
ironía, de la vergüenza y de la cruda realidad que se vive en México y en EUA. Así que si te gusta la sátira política, también debes ver Machete. Ah, y no olvidemos una cosa muy importante:
¡¡¡También critica y se burla de la iglesia!!!
Las
escenas sexuales son ridículas y burlonas hacia el género, pero complementan muy bien todo lo que estamos viendo. Las enfermeras y monjas nunca habían salido tan sexy en una película. La música es tan chingona como el nombre del grupo (propiedad del mismo Rodríguez) que la interpreta:
Chingón.
En términos de
ritmo, la película comienza frenéticamente, pero luego baja para contarnos la trama. Al principio esto me decepcionó un poco porque me hubiera gustado que toda la película fuera igual de rápida y sangrienta, pero de haber sido así, Rodríguez no hubiera podido dar salida a la trama ni a su reflexión sobre la inmigración.
Para la segunda mitad, cuando se va descubriendo qué hay detrás de la conspiración contra Machete,
el ritmo sube de nuevo y no baja sino hasta el final de la cinta. Las secuencias de acción aumentan, los personajes cambian, se descubren los secretos.
La trama, junto con todos los “adornos” que ya expliqué, me mantuvo riendo todo el tiempo, aunque en mi mente estaba reflexionando por tanta ironía y mordaz crítica de Rodríguez.
Todo el tiempo estuve poniendo atención, no me quería perder ningún diálogo ni ninguna toma.
Machete es una película
extremadamente divertida, asquerosa, brutal, despiadada y ácida. Rodríguez eleva con ella al explotation.
En resumen, con Machete, Robert Rodríguez logra sorprendernos con lo que no podrías esperar de una película “de serie B”: personajes memorables, genial reparto, secuencias elaboradas, humor voluntario y bien pensado, subtexto político, sexo y mucha diversión.
Es violenta, sangrienta, ridícula y de mal gusto: más genial no se puede.